HISTORIAS EN BLANCO Y NEGRO.
(Para el mensual de Agosto 2016 de “El Emiliano”)
“EL PRIMER KIOSCO de LA EMILIA”
Por Ricardo Darío Primo
ricardodarioprimo@hotmail.com
En nuestro país cuando se habla de Kiosco o Quiosco nos referimos a un lugar generalmente reducido dónde podemos comprar bebidas, golosinas, galletitas, etc.
Toda persona suele añorar parte de su niñez, y en un rincón de sus recuerdos, ese mágico recinto, ocupa un nostálgico espacio.
La localidad de La Emilia fue ganándose el merecido progreso de la mano de la fábrica textil que le dio impulso a su desarrollo.
Y en ese lógico desarrollo urbano los comercios fueron apareciendo uno tras otro, para satisfacer las necesidades de una población que iba creciendo sin parar.
De tal manera hicieron su aparición las primeras panaderías, despensas, carnicerías, verdulerías, etc. y también esos recintos dónde principalmente los niños y no tan niños, acudieron a buscar un poco de dulzura de sus golosinas o a calmar la sed con una rica bebida.
Hicieron su aparición los Kioscos.
Y con pocas dudas al respecto, se puede sostener que el primero de ellos, propiamente dicho fue uno que estaba construido de una curiosa forma (para algunas era redondo y para otros hexagonal) de madera y chapa, con un peculiar techo en su parte superior.
Se ubicaba a metros de la fábrica, por sobre la calle principal (Hermenegildo Córdova) y en la vereda, en cercanías del entonces destacamento policial y una futura toma de agua para regador.
Su propietario fue Rodolfo Fío, quien vivía en una casa a metros nomas de la Obra Social J.S. Córdova (futuro Club Social y Deportivo La Emilia).
Este señor que era empleado de la fábrica textil, instaló su kiosco en ese lugar y tiempo después tuvo a su cargo la administración del Kiosco dentro del Cine Teatro de La Emilia.
De tal forma, la atención del peculiar comercio fue a manos de otra persona cuyo apellido era Del Valle.
Ahí también trabajó seguidamente un obrero de la fábrica textil, “Panchito” Risso y más tarde Luis Francucci y su hermano Jorge. La trágica inundación de 1966 fue tan fuerte en la calle principal, que alcanzó a mover sus cimientos, lo que llevó tiempo después a que este kiosco desapareciera del lugar.
Solía abrir alrededor de las 08 hs hasta el mediodía y luego desde las 16 hs hasta las 20 hs.
Los obreros y más pequeños, solían ir a ese kiosco a comprar cigarrillos (Jockey, Pall Mall, Melbour, Imparciales), o galletitas (Manón, Merengadas, Porteñitas, Opera), alfajores (Jorgito, Tatín. Etc) chocolates (Jack, Rodhesia, Tita) caramelos (Mu-Mu de chocolate, Media Hora, cebollitas).
También podían darse el lujo de beber algo fresco como una Pepsi Cola o Coca Cola, Naranja Crush o Fanta.
El progreso de localidad no se detuvo y algunas funciones de los kioscos fueron absorbidas por los nuevos negocios que se instalaron. Hubo otros que surgieron al calor de una incesante actividad fabril, en distintos puntos de la localidad.
En la rotonda de La Emilia, en cercanías de la Fábrica Textil o en inmediaciones de la Escuela Primaria 18.
Acompañaron y lo hacen, la vida cotidiana de aquellos que de una forma u otra necesitamos de sus servicios.
Pero sin duda alguna, el kiosco de nuestra infancia, sigue estando allí, en el imborrable recuerdo de nuestras alegrías y fantasías.
Dónde se cumplían nuestros deseos o caprichos y dónde la dulzura de sus golosinas o el refresco de sus bebidas, nos convirtieron en adultos que hoy recordamos nuestro pasado.
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