Este es mi sitio

Este es mi sitio
RICARDO DARIO PRIMO

martes, 16 de mayo de 2017

Artículo publicado hoy en Diario El Norte de San Nicolás.

A cuatro meses, una misma historia
 Por Ricardo D. Primo
 ricardodarioprimo@hotmail.com

 Se cumplen 4 meses de la trágica inundación de La Emilia. La que ha marcado un antes y un después en una localidad que se presta a cumplir 125 años el próximo 2 de Octubre.

 La ayuda oficial ha cesado. La Municipalidad cumplió con su plan inicial de ayudar a las personas que más lo necesitaban (sin empleo o recibos de sueldos, con discapacidades o problemas económicos) mediante un relevamiento de los asistentes sociales que hicieron que entregaran subsidios a familias y créditos a comerciantes.

Fue la primera vez que La Emilia recibe ayuda de ese tipo por inundaciones sufridas. La mentada ayuda del Ministerio de Desarrollo de la Nación, también habría cesado. No se ven hoy en las calles de la localidad, los ansiados camiones con mobiliario para la gente que perdió todo. Fueron alrededor de 1350 familias o frentistas los afectados por esta catástrofe, y solamente recibieron ayuda, apenas el 10% de los mismos.

 El pueblo quedó desesperanzado y ese sentimiento se percibe en muchos acontecimientos que lo envuelven. El pasado fin de semana por ejemplo, se realizó la votación para definir el destino de lo recaudado en el Festival por la reconstrucción de la localidad. Asistieron y votaron algo más que 20 personas. Eso lo pinta todo.

 Al pueblo le cuesta confiar nuevamente. Las mayorías de las familias han contraído préstamos para adquirir muebles, o realizar refacciones en sus viviendas. Aún puede observarse los restos de mobiliario afectados por la inundación, esperando ser retirado afuera de las viviendas. Hay casos en que simples lluvias producen trastornos nerviosos o de ansiedad. Muchas personas se dirigen permanentemente al arroyo para vigilar su caudal.

 Otros se ven amenazados por las cloacas que no cumplen con evacuar tanto flujo de aguas pluviales enviadas a la misma y que al buscar niveles, amenazan a ingresar a las viviendas por sus baños. Se anunció la realización de una obra que contempla la elevación del actual terraplén que demostró recientemente no poder contener las aguas.

 Lo que resultaría ser un paliativo por algunos años, pues estaría demostrado que las crecientes lluvias que se registran, hicieron que en apenas 10 años, una obra similar que había elevado con un terraplén el nivel de altura un metro más del registrado por la inundación de 1966 se mostrara ineficiente y por encima del mismo pasó la inundación.

 De acuerdo a esta lógica, otro metro más nuevamente de altura, prolongaría por algunos años la espera de un fenómeno de esa naturaleza. La manera definitiva de frenar por siempre este tipo de inconvenientes, es el ejemplo que en la actualidad encararía la localidad de Pergamino, diseñando una presa reguladora que regulen las aguas que debe evacuar y que inundan actualmente la ciudad. En nuestro caso haría falta una obra similar no muy lejos de La Emilia, sobre el Arroyo del Medio. De esta forma hasta no haría falta un terraplenado protector a la localidad.

Es una obra más costosa, que afectaría temporalmente tierras a su alrededor pero convertiría a la región en una zona segura para futuras inversiones y emprendimientos. El pueblo quiere confiar, ansía con urgencia ver obras hídricas que le devuelvan la tranquilidad perdida.

 De esa manera paulatinamente, volvería a recuperar la convicción de que es posible salir adelante. Y no es tarea fácil en un año político, cuando las palabras y las promesas se vuelcan en demasía y la creencia en las mismas se devalúa permanentemente ante el desfile incesante de candidatos políticos. La Emilia despierta cada día mirando al cielo, esperando una próxima lluvia que pone a prueba nuevamente su paciencia y tranquilidad.

Sabe ahora que son más de 100 km de cauce del Arroyo del Medio los que recogen aguas y que las transitan alrededor de sus viviendas. Se informan más que antes de los pronósticos del tiempo y observan con preocupación los desbordes de la laguna de Melincué o de la Picasa, con miedo a que esas aguas se vuelquen a este arroyo.

No hay palabras a veces que puedan tranquilizarlos. El trauma existe y brota ante cada tormenta. Es el día a día de un pueblo trabajador que aún no encuentra solución definitiva a un problema más antiguo que su propia existencia como localidad.

No hay comentarios: